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domingo, 18 de septiembre de 2011

Eternamente sexi..



Princesa y gitana, nieta de carnicero, sí, pero de la familia real británica (una premonición), y descendiente a su vez de un aristócrata ruso atrapado en el Reino Unido durante los últimos días
de la pesadilla zarista, Helen Mirren, o Ilyena Vasilievna Mironova, no podía ser otra cosa que actriz. Candidata al Óscar por aquella ama de llaves que la liaba parda en Gosford Park, lo ganaría luego con su puntillosos retrato de Isabel II, casi un calco del original. The Queen la hizo
célebre entre el gran público, pero a los ojos de los cinéfilos más enterados ya era una monarca de la interpretación, siempre al servicio de personajes fuertes, de esos que se comen la pantalla a  bocados, la légitima heredera de Vanessa Redgrave, una mujer de rompe y rasga, lenguaraz, eternamente sexi y deshinbida, con esa alegría natural para desprenderse de lo accesorio, por dentro y por fuera, en las antípodas de la esúpida corrección política.
Posiblemente fuese Peter Greenway el que la situó en el punto de mira de los rastreadores de delicatesen cinematográficas con su trabajo en "El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante",
donde explotaba sus mejores cualidades, esa mezcla de hielo y brasas que s resulta irresistible.
A nadie sorprendió que hace un par de años, superada con creces su sexta década en este valle de lágrimas, se prestase a ser chica de calendario en una comedia inofensiva, mientras en México que no se andan con tonterías, la elegían el mejor cuerpo del año. Y lo que le queda porque sigue estupenda y con esa lengua afilada que hace siempre las delicias de cualquier entrevistador avispado.

C.W.

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